
De la Argentina de la transición a los saldos exportables
Las decisiones articuladas entre el sector público y privado permiten avizorar que este 2003 será un año de transición, y recién a partir de 2024, a través de las exportaciones, se podrá revertir el déficit comercial energético
Si partimos como hito del año 2003, por aquel momento estábamos en las puertas de una crisis energética en materia de gas natural, con cortes en las exportaciones a Chile, interrupciones a la industria y faltantes.
A partir de 2008 se busca una nueva ventana de aprovisionamiento a través de la regasificación en Bahía Blanca y luego en Escobar. En el año 2014, Argentina importaba 100 buques de LNG, mientras seguíamos con el contrato con Bolivia.
Este fue el punto central del déficit comercial energético que impactó en la industria con la aplicación del cepo. En cuanto al crudo habíamos alcanzado picos de producción en los `90 y también se avizoraba un importante declino de los yacimientos convencionales, como el caso de Loma La Lata y de la Cuenca Austral.
Todo esto viene a cambiar a partir de 2010 con la incorporación de nuevas tecnología en la formación Vaca Muerta y con la nacionalización de YPF en 2012, y las nuevas inversiones de la petrolera estatal en la producción de no convencionales.
En gas natural se registró un pico de producción en el año 2019 y en crudo se fueron dando crecimientos escalonados y tras la pandemia se vio un salto de productividad.
A fines de 2020, a través del Plan Gas ar, la producción vuelve alcanzar cifras récord cercanas a la década del 90 y ahí viene la segunda fase de esta recuperación más orientada a la expansión del midstream con la ampliación de las redes de transporte para evacuar el gas y el crudo desde Vaca Muerta.
A partir de la obra pública, el Estado Nacional a través del Sistema Transportar, anuncia la construcción del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner que incluye dos etapas, además de la reversión del Gasoducto Norte y otras obras complementarias en oleoductos y otros gasoductos.
Todas estas decisiones articuladas entre el sector público y privado permiten avizorar que este 2003 será un año de transición, y recién a partir de 2024 el país va a contar con saldos exportables, lo cual le va a permitir revertir el déficit de su balanza comercial.
El objetivo es llegar a más de 1 millón de barriles día de crudo y 160 millones de metros cúbicos de gas natural, lo cual implica que se va a dejar de importar gas en los picos de invierno y exportar crudo a Chile. El desafío es ampliar los mercados de exportación y llegar a Brasil, a través de Bolivia.
El escenario para el desarrollo del LNG está pensado para los próximos 10 años. En este contexto se habla de un proyecto entre YPF y Petronas para construir una planta de licuefacción para exportación.
Sin duda, llegar a los mercados europeos y asiáticos con nuestro gas licuado implica tener una amplísima productividad y un marco regulatorio ordenado y acorde para este sector.
Paralelamente, el derrame en Vaca Muerta tiene que ir acompañado en un salto importante de producción. Vaca Muerta ya representa el 50% del total de la producción de hidrocarburos del país, es una realidad desde el punto de vista productivo, pero es necesario acompañarlo con obras públicas. Hay que tener en cuenta los efectos que el desarrollo asimétrico puede provocar.
Argentina tiene un driver de calidad mundial como es Vaca Muerta que a la vez está inserta en un proceso de transición energética donde el país tiene una matriz altamente gasificada y cuenta con recursos renovables, más el desarrollo de litio e hidrógeno.
Hoy están dadas las condiciones para que el sector energético pueda aportar soluciones para los próximos 3 lustros. Hay una muy fuerte vocación empresaria de seguir invirtiendo en Vaca Muerta.
El salto de escala estará dado por la llegada de inversiones extranjeras. Lo positivo es que hoy hay líneas de continuidad, más allá de los gobiernos de turno en convertir a Vaca Muerta en política de Estado.
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